Tefe, Brasil – El cadáver de una cría de delfín yace sobre un banco de arena que quedó al descubierto por el retroceso de las aguas en un lago amazónico, el cual se ha ido secando durante la peor sequía de la que se tiene constancia en Brasil.
Investigadores del Instituto Mamiraua para el Desarrollo Sostenible recuperaron el cuerpo del animal el pasado miércoles y midieron la temperatura del agua, que ha ido en aumento a medida que baja el nivel del lago. Este fenómeno no es nuevo, ya que en la sequía del año pasado más de 200 delfines de agua dulce, una especie en peligro de extinción, murieron en el lago Tefé debido a las altas temperaturas del agua.
«Hemos encontrado varios animales muertos. La semana pasada encontramos un promedio de uno al día», explicó Miriam Marmontel, responsable del proyecto sobre delfines del Instituto Mamiraua. Según Marmontel, aunque aún no se ha asociado directamente la muerte de los delfines al incremento en la temperatura del agua, se está observando una «exacerbación de la proximidad entre las poblaciones humanas, principalmente los pescadores, y los animales».
El lago Tefé, conectado al río Solimões, ha reducido su extensión de manera alarmante debido a la crítica sequía de este año, lo que ha dejado menos espacio para que los delfines puedan vivir en su hábitat natural. Al secarse los brazos de los principales ríos de la cuenca del Amazonas, la situación se ha vuelto especialmente difícil para estos animales.
El canal principal del lago, que según Marmontel tiene apenas 2 metros de profundidad y alrededor de 100 metros de ancho, está ahora siendo utilizado por todo tipo de embarcaciones, desde pequeñas canoas hasta pesados transbordadores. Esta actividad también ha causado daños a los delfines. Recientemente, dos de ellos murieron cuando fueron golpeados por embarcaciones que navegaban en aguas poco profundas.
«Nadie pensó que esta sequía llegaría tan rápido ni imaginó que superaría la del año pasado», comentó el pescador Clodomar Lima, quien ha sido testigo de los efectos devastadores del fenómeno en la región.
Aunque hasta ahora las muertes de delfines no se acercan a las cifras catastróficas del año pasado, los investigadores temen que la situación empeore. Todavía queda más de un mes para que termine la temporada seca y los niveles de agua continúan descendiendo.
El impacto de la sequía no solo afecta a los delfines, sino también a las comunidades ribereñas que dependen de los ríos para su transporte. Muchas de estas comunidades han quedado varadas debido a que las aguas son demasiado poco profundas para que los barcos puedan navegar. Además, las casas flotantes, típicas de la región, ahora se encuentran varadas en tierra firme, mostrando la gravedad de la situación que enfrenta toda la cuenca del Amazonas.